Castro huye. Ha dejado atrás su vida, sobrevive escondido en un pequeño cuarto en una pequeña ciudad. Básicamente está sólo, pero en su vida ha aparecido una tal Celia.
Celia y Castro sobreviven juntos sin trabajo ni dinero en sus vidas. Puede decirse (pero puede decirse lo mismo de cualquier pareja) que se aman. En un momento, abandonan su ciudad de provincia y se marchan a la capital, a un nuevo refugio. Allí Castro emplea su tiempo en buscar trabajo. De a poco Castro descubre la contradicción: ganarse la vida es igual a desperdiciarla.
Del otro lado está el complot que los persigue, cada uno por diferentes razones:, el antiguo maestro de Castro, Samuel, porque necesita de él; su antigua mujer, Rebecca Thompson, porque lo ama; el cínico Willy, por motives no demasiado claros; el desafortunado Acuña, porque le pagan para que lo encuentre.
En algún momento los perseguidores rastrean a Castro y Celia hasta la Capital. En algún momento, Castro encuentra trabajo y abandona a Celia. En algún otro momento, el complot da con Celia en la pension que compartía con Castro. En otro momento, Castro roba el auto de los perseguidores. En un momento, todo (perseguidores y perseguidos, sus estrategias y sus razones) tiende a confundirse.
Castro, por su parte, vuelve a huir. Esta vez, acaso, para siempre.
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